
Aclaración preliminar: aunque a veces extraño mis inicios en el periodismo deportivo, este no es un post sobre fútbol, sino sobre asuntos corporativos. Más específicamente, sobre cómo una serie de malas decisiones puede servirle a cualquier organización como lección para la gestión de sus stakeholders, sean hinchas o consumidores. Ocurrió el último 18 de abril: los doce clubes más ricos de Europa anunciaron que abandonaban la tradicional Champions League para disputar su propio torneo; una semana después, aislados por serios errores no forzados de comunicación, los mismos clubes se vieron obligados a desmontar la idea.
En un mundo cada vez más transparente y horizontal, parece de una gran torpeza pretender que emprendimientos de esta envergadura puedan llevarse adelante a golpe de billetes, sin explicaciones adecuadas ni esfuerzos de empatía. Después de semejante fracaso, los dueños de la fallida Superliga -un poco tercos- aseguraron que van a revisar mejor los papeles. Sus errores nos pueden ayudar a reflexionar sobre cómo comunicamos los lanzamientos en el ámbito de las empresas.
1) La narrativa
“El fútbol del continente se está muriendo y lo vamos a salvar”. Esto dijo Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, para presentar el campeonato. Las historias de héroes funcionan si se las sabe contar. No fue el caso: Pérez -que no tiene el tipo de Superman ni de Capitán América- habló en modo apocalíptico y ni siquiera fundamentó tanta alarma. ¿No había nada más para contar de la nueva competencia? Es cierto: el producto fútbol está en una crisis de audiencias, igual que otros espectáculos. Pero esta vez los mensajes hicieron hincapié exclusivo en cuestiones organizativas y financieras, sin bajada a los hinchas. Mal arranque, cero engagement.
2) El cómo, el dónde
Pérez dirige el equipo más poderoso del mundo. ¿Era el vocero más adecuado? Su primera aparición pública no fue en las plafatormas donde más están los consumidores del fútbol de hoy, sino en un programa de TV de domingo a la noche y de formato muy siglo XX, entre cuyos espectadores debe haber muy pocos de esos fans a los que al producto les cuesta cada vez más llegar: la Generación Z, los que hicieron un éxito de Róblox o que prefieren ver jugar al Kun Agüero en Twitch antes que con la camiseta del City.
3) La oportunidad
En defensa de Florentino: ese domingo a la mañana, una primicia del Times inglés precipitó las cosas. Pero recién la tarde siguiente, ya lunes, la Superliga emitió un comunicado oficial. Hasta entonces, dejó abierto un enorme espacio para las especulaciones y preguntas de periodistas, que nadie respondió. La Superliga no deja de ser una escisión -jurídicamente controvertida- en el marco del órgano que rige el fútbol europeo. Es evidente que exigía una puesta en escena mucho más controlada y multitarget.
4) La creación de un entorno
La espontaneidad puede trabajarse. ¿Quiénes fueron los defensores de este proyecto? Ni antes ni después, nadie salió a apoyarlo. Ni influencers, ni los famosos promotores del cambio; ni técnicos ni futbolistas de los propios equipos involucrados. Mucho menos los hinchas. Solo -tibiamente- algunos colegas de Florentino o dueños de otros clubes involucrados. La legitimidad empieza a construirse antes de salir a la cancha y este, de nuevo, no fue el caso.
5) ¿Escuchar al consumidor?
A las marcas les gusta decir que sus clientes lo son todo y que cada pieza de comunicación debe estar alineadísima con su propósito. Pero al momento de actuar, el norte de de las brújulas a veces apunta solo a las planillas de cálculo. Negocio fenomenal, los consumidores del fútbol siguen siendo muy relevantes, por suerte. Una escucha atenta y bien predispuesta en redes sociales -previa al lanzamiento- hubiera servido de medida acerca de qué chances de éxito tenía esta Superliga.
